RedCross II

Colible estaba asustado. La densa oscuridad lo envolvía y creía un avance de la muerte. Había logrado mantenerse a salvo con el traje herméticamente sellado y el cinturón de seguridad de su litera. Cuando la nave sufrió el impacto que la destrozó solo atinó a asirse a las correas. Llevaba muchas horas allí encerrado. Había logrado controlar las nauseas de tanto girar. Ahora al sentir que se perdía la gravedad comenzó a creer que el final se apresuraba. Pensaba en librarse del cinturón o no. Percibió vibraciones y golpes en la puerta. Se iluminó el interior de la habitación. Vio entrar dos figuras brillantes que se le abalanzaron. Les temía pero lo peor sería quedarse allí así que casi se arrojó a ellos. Le preguntaron si estaba bien. Asintió. Uno de ellos le colocó un arnés especial en torno a los brazos y piernas para sujetarlo a su cinturón. Se dejó guiar fuera de la habitación. La nave se estremecía. Los objetos se bamboleaban de un lado a otro entrechocando y repeliéndose. Desconocía que el bombardeo de rocas se había intensificado. Colible sintió terror al verse en el exterior de la nave, con todo el manojo de estrellas al infinito. Involuntariamente se aferró al que lo llevaba del arnés. En aquel instante un fragmento de roca pasó muy cerca de ellos se vieron obligados a agacharse. La roca cruzó sobre ellos e impactó el trozo de nave quebrándola en varios pedazos. Fueron lanzados al espacio. Colible se pudo sujetar con sus manos usando sus pies atrajo hacia la masa de metal a aquella figura que le ayudaba. Parado sobre la estructura Yunca se ancló con sus botas y sujetó a Colible. Le hizo señales que Colible interpretó que le estaba agradecido. Ante los ojos asombrados de Colible vio desaparecer al otro sujeto que había venido en su ayuda. Un destello de luz lo envolvió a él y su salvador. Colible se sentía mareado. Ahora estaba en un lugar cerrado, ajeno totalmente a la nave en que sufriera el accidente. Temblaba pero se llamó al control. Sintió que estaba a salvo. Allí al menos estaba iluminado, no había explosiones, ni caían rocas. Las piernas se le aflojaron. Quedó de rodillas. Todas aquellas horas había temido que se le acabara el oxígeno. Había pedido a su suerte que le permitiera morir de cualquier forma menos asfixiado. El que estaba sujetándolo con el arnés develó su rostro joven de brillantes ojos. Le pareció que era una invitación a mostrar sacarse de la cabeza el casco. Llevó las manos a la esfera negra y accionando los cierres la esfera se abrió como una rara flor. Adentro estaban los asustados ojos negros de Colible.

-Al menos no es un mutante de Abur.-Soltó alguien.

Examinaron el blanco rostro con grandes ojos de exótica belleza. Era un joven tan hermoso que llegaron a sospechar que fuese humano. Truparg alertó que era totalmente humano y desprovisto de organismos parásitos. El scaner de mano había hecho su labor. Colibe les miraba incómodo por la curiosidad de ellos y a la vez maravillado ante el encanto de sus rescatadores. Todos eran jóvenes, hermosos y fuertes. Eran los atletas perfectos. Se iban despojando de sus escafandras develando la hermosura de la perfección.

-Es una lástima que tu acompañante no se salvara. Era igual de hermosa. -Dijo Similte.

-¿Anariana no sobrevivió?. -Una lágrima brilló en la negrura del espacio de aquellos ojos negros. Como una estrella la lágrima titilaba en su universo negro.

-Truparg hizo su aparición rompiendo el cerco que tenían alrededor de Colible. -¿Serás bestia Similte o perdiste el cerebro de una diarrea? Estamos haciendo lo posible por salvarla. Técnicamente está muerta ya. Pero hemos reanimados a otros con pocos tiempo de parálisis vital.

-Ni tú tienes esperanzas.- El joven Colible dejó que su voz se enlutara.- ¿Los demás?

-Todos muertos. Sólo recuperamos dos cuerpos. Y a ti.

-Se olvidó de la fascinación que le provocaba la desnudez de ellos.- Quiero verlos por última vez.

Truparg pidió a Ingo que le acompañara. Truparg observó como el joven caminó detrás de Ingo. Todos hacían lo mismo.

-Es un caramelito delicioso. -Se saboreó Plaba.

-Ni se te ocurra que le vas a poner los dedos encima. Me pertenece.- Yunca entrenó sus puños con varios golpes contra un oponente invisible.

-Ni tú, ni Tronar pueden disfrutar del beneficio del rescatador. -Trupar apuntó a ellos con sus ojos. -Les corresponde reinicializar los sistemas y limpiar todo el instrumental. Además de encargarse de la sepultura de los fallecidos. La fiesta será para los demás. Además el botín es pequeño.

-Pero yo le saqué de allí.- Rebatió Yunca.

-Yo no te cuestiono que estén entreteniéndose la mayor parte del tiempo. -Truparg fue interrumpido por Tronar.

-Tú no tienes con quién. Desde que Crios te sacó de su cama.- Tronar evocó un viejo incidente que trajo la risa a todos.

-La demora pudo costarle la vida a Crios o cualquiera de nosotros. -Prosiguió Truparg severo cuando cesaron las risas.

-No sucedió nada. -Los apoyó Sefar.

-No se premia la indisciplina. Eso está claro para todos y así ha sido desde que estamos juntos. -Sus ojos gobernaban con autoridad.

-Nadie quiere ese pedazo de carne.- Tronar se golpeó el pecho.- Habrá cosas mejores.

-Nosotros somos cosas mejores. -Yunca se cruzó de brazos y recostó sus espaldas al pecho de Tronar. -Y el que quiera ayudarnos en nuestra fiesta particular esta invitado.

-Espero que también los ayuden en sus deberes. – Truparg observó la negativa en los demás.

-Todos pueden irse a masturbar mutuamente. -Tronar los depreció. -Empezando por ti jodido Truparg.

Ingo aclamó por ellos. Les advirtió que era urgente y fue lo que cortó la discusión entre ellos. Al llegar al hospital de la nave encontraron que Ingo y Crios miraban anonadados como los cuerpos rescatados incluyendo al joven, flotaban envueltos en una luz azulada que brotaba de ellos y regresaba a ellos.

-Este estaba inconsciente y sólo lo tocó con un dedo y se despertó.- Comentó Ingo.

-¿Estás bien Crios?

-Claro que sí. -Perplejo.- Pero creo que estoy oyendo voces. Ellos hablan. -Señaló a los náufragos. No sólo ellos. Hablan muchos más.

Sorprendidos miraron el espectáculo que se prolongó por unos minutos. Los cuerpos inertes volvieron a las camillas y Colible aterrizó sobre sus pies. Con sus manos tejió un complicado peinado en los cabellos de la mujer que llamara Anariana y al otro, el de un hombre de aspecto distinguido, trazó signos incomprensibles encima de su pecho y boca. El parecido entre ellos los denotaba como oriundos de una región lejana y desconocida. Truparg confirmó su sospecha que no eran nativos de ninguno de los sistemas cercanos. El extraño ritual concluyó con la solicitud de Colible de que dieran sepultura a los cuerpos como acostumbraban ellos.

-Lamento lo de tus amigos.

Colible portaba una pesada carga en su interior. Callaba el dolor y la preocupación. Imaginó que debía agradecerles por todo. Así lo hizo y les pidió que lo dejaran en cualquier planeta habitado.

-Esa nave estaba registrada como de Liote, el planeta verde. Pero no parecen nativos de allí.

-No somos de Liote. Veníamos de muy lejos. Ni ustedes pueden comprenderlo. – El joven comenzaba a extender el enigma de su viaje.

-¿Quiénes son?

-Puedo pagarles si lo necesitan.-Prefirió callar.

-No rehuyas y explícame quien eres forastero. ¿O acaso prefieres hacerlo ante la corte?

-No tengo que temer nada. El destino de los míos es mi problema. Nada pueden hacer. Animasta es un planeta muy lejano y dudo que imaginen algo de nosotros.

-Animasta. Dicen que allí viven dioses. – Chasenco chasqueó sus dedos.

-Nosotros somos los dioses. -La voz de Colible se metió en sus cerebros provocándoles un estremecimiento.- No hay poder que nos sea ajeno. Incluso la muerte. Pero no nos resistimos a ella patéticamente como muchos. Aceptamos el camino que se nos hace irremediable. Hasta puedo controlarlos a ustedes, hermosos androides, pero sé que no son hostiles. No tengo que serlo entonces yo.- Su voz se volvió una melodía suave e imposible de despreciar. -Agradeceríamos que nos facilitaran nuestro paso hacia cualquier cónclave humano para proseguir camino.

-¿No son humanos en sus aspecto original?

-Sí. Pero diferentes al actuar y pensar.

-Usas cuerpos que no te pertenecen.

-Ya eran cuerpos vacíos cuando los tomamos. Habían perdido su alma.

-¿Alma?

-Pensamos muy diferentes. Ya se los dije. No hagan de esto un interrogatorio sin final. Estoy cansado. Sé que es por curiosidad. Pero necesito tranquilidad. Soy descortés.

-Lo somos nosotros. – Senar le ofreció su mano.- Te llevaré dónde puedas descansar. Seré tu sirviente.

Colible le sonrió. Accedió a tomarle la mano. Los demás desataron varios chistes y rieron. Pero no se molestó en comprenderles. Quería descansar después de una jornada tan intensa. Le pareció una habitación perfecta a la que le condujeron. Senar no dejaba de sonreírle y mirarle con sus ojos dorados. Le indicó que podía comer y beber de lo que almacenaba una alacena. Al quedar a solas percibió que la puerta era cerrada desde afuera. Eso no le preocupó. Se dejó caer en la cama. Se convirtió en un ovillo metiendo las manos bajo su mejilla y llevando las rodillas cerca del pecho. Cerró los ojos a pesar de que demoró mucho en quedar dormido. Su interior seguía en medio de la vorágine de la nave a la deriva. Los mensajes de sus compañeros insistiendo en que aguardara en su camarote. La muerte de ellos. La muerte de su querida Anariana, era la despedida más dolorosa que le había tocado hacer. Ni siquiera despedir al maestro le había sido tan doloroso. Procuró buscar un pensamiento agradable para dormirse. Tenía desterrado el encanto de su mente.

(continuará…)

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